Los narcotraficantes han encontrado en los pandilleros a sus mejores aliados para penetrar en los colegios y enviciar a niños y adolescentes. Los testimonios de cuatro menores de edad, que ahora buscan rehabilitarse de su drogodependencia, afirman que los grupos violentos que han copado casi todos los barrios de la capital cruceña se han convertido en los comercializadores de sicotrópicos, marihuana y cocaína.
Ella, de mediana estatura, robusta y de cabello oscuro, era una vendedora de droga, pero además tenía la misión de reclutar mujeres para que luego se conviertan en las prostitutas de los pandilleros o las ‘vendan’ a gente que conoce de este ‘negocio’. “Ellos (los pandilleros) me inscribían en los colegios y luego de ganarme la confianza de mis compañeros, les regalaba ‘pilas’ (sicotrópicos) cuando estaban en problemas”, recuerda la muchacha y dice que al momento de entregarles el fármaco, les aseguraba que así los problemas se terminarían. Esta adolescente, que hace un mes fue rescatada de las calles por los miembros del hogar Misión La Esperanza, afirmó haber tenido el control de cinco colegios, donde vendía sicotrópicos.
Reveló que el dinero del negocio nunca lo vio, ya que el jefe de su pandilla, que tenía contacto con el narcotraficante, era el encargado de recibir los pagos de los estudiantes. “Es fácil meter a las drogas a los muchachos, sobre todo si tienen problemas familiares”, expresó María, que asevera que fue violada en reiteradas oportunidades y explotada sexualmente por sus amigos, los pandilleros, y amenazada de muerte cuando decidió rehabilitarse. Otra adolescente, identificada como Shekyna, de 13 años, coincide en indicar que los pandilleros son los que venden droga en los colegios y se arriesga a señalar que en muchos casos hay complicidad de los maestros.
Ella trata de salir del mundo del alcohol, al que se metió por problemas con su madre. Brayan, un drogodependiente de 18 años y exmiembro de la pandilla Mundo Libre, manifiesta haber sido testigo de cómo los ‘capos’ (adjetivo con el que identifican a los narcotraficantes) se reunieron con los jefes de su grupo para entregarles marihuana, ‘pilas’ y cocaína. “Me pidieron que venda, pero no lo quise hacer para no convertirme en esclavo de los narcos”, reveló el muchacho, que trata de dejar atrás su adicción a los sicotrópicos y a la marihuana, drogas que, según cuenta, las consumía en el recreo de su colegio.
“Cuando me drogaba mis compañeros me tenían miedo, no le decían nada a los profesores”, contó. Para ‘Garrafita’, sobrenombre con el que se identificó un niño de 11 años, el mundo del consumo de marihuana y de la venta de drogas se volvió su diario vivir en Montero, donde comercializaba alcaloides en una esquina del mercado. “Nadie me decía nada, venían a comprarme droga todo tipo de personas”, dijo el niño, que también busca rehabilitarse. La venta de droga en los colegios es un tema que se estaba dando desde hace mucho tiempo se detectaron estos hechos a principios del año 2000.
Pero esto no solo sucede en las unidades educativas primarias, también se da en las universidades. Este fenómeno ha crecido significativamente en todo el país y al parecer hay mucha gente a la que esto no le importa. En Bolivia falta una política integral de lucha contra las drogas, porque solo se ataca a los cultivos excedentarios y a la interdicción a clanes narcos. Se han olvidado de la concienciación y del consumo. En el país tenemos todos los eslabones del tráfico de drogas y no solamente somos un Estado tránsito de los narcotraficantes, como se insiste en asegurar.