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Descubren la razón por la que los canes salpican y lo mojan todo cuando beben

Hemos visto cómo un perro bebe agua de un plato. No es precisamente un ejemplo de buenos modales. El líquido se cae de forma desordenada mientras el animal saca la lengua y la mueve groseramente a gran velocidad, en un ejercicio muy diferente al refinamiento de los gatos, que apenas parecen utilizar la punta de la lengua para saciar la sed.

Investigadores de la Virginia Tech han querido conocer cuál es el mecanismo que emplean los canes para echar un trago, y han descubierto que las salpicaduras incontroladas que provocan los lengüetazos esconden en realidad movimientos cronometrados que optimizan la capacidad del animal para adquirir fluidos. El hallazgo aparece publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS). A través de la fotografía y de simulaciones de laboratorio, los investigadores estudiaron cómo los perros introducen fluidos en su boca para beber. En el estudio, observaron 19 perros de diferentes tamaños y razas en acción.

Para empezar, los científicos se percataron de que a pesar de que felinos y caninos tienen bocas estructuralmente similares, sus aproximaciones a la bebida son realmente diferentes. «Sabemos que los gatos y los perros son muy distintos en términos de comportamiento y carácter», apunta Sunghwan «Sunny» Jung, profesor de ingeniería biomédica y mecánica.

«Pero antes de que hiciéramos estudios fundamentales de cómo estos animales beben líquidos, nuestra suposición era que perros y gatos lo hacen de la misma manera. En lugar de ello nos encontramos con que los perros beben de manera muy diferente a los gatos», explica. Los perros y los gatos son animales que muerden y ninguno de los dos tiene mejillas completas.

Sin ellas, no pueden crear la succión para beber, como sí hacen las personas, caballos o elefantes. En su lugar, usan sus lenguas para elevar rápidamente el agua hacia arriba a través de un proceso en el que la inercia está implicada. Ambos animales mueven la lengua demasiado rápido para que el proceso pueda ser observado al detalle por el ojo desnudo. Pero los perros aceleran sus lenguas a un ritmo mucho más rápido que los gatos, sumergiéndolas en el agua y girándolas hacia abajo, hacia sus mandíbulas inferiores, no a sus narices.

Rápidamente retraen la lengua y forman una columna de agua que se eleva a la boca, pero también doblan la parte inferior de la lengua para llevar una pequeña «cuchara» de agua hacia arriba. Precisamente, lo que hacen los perros es morder hacia abajo para capturar el agua. En un instante vuelven a abrir la boca y sumergen sus lenguas de nuevo. Los gatos, sin embargo, tocan ligeramente la superficie del agua con su lengua, por lo general nunca la sumergen totalmente.

Cuando la lengua se eleva en la boca, el líquido se adhiere a la parte superior, formando una elegante columna de agua. En el caso de los perros, también levantan una columna de agua, pero un poco queda en la cuchara de la lengua y es la que acaba disparada hacia ambos lados de la boca del perro. «Los gatos tienden a ser vistos como más limpios y los perros son más desordenados, pero los perros realmente tienen que acelerar sus lenguas para explotar la dinámica de fluidos de la columna de agua», explica Sean Gart, miembro del equipo de investigación.


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